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Qué cosa horrible salieron las finales de las copas Libertadores y Sudamericana. Partidos malos, sin gracia, sin emociones, con muy poquitico fútbol, por no decir que no tuvieron fútbol. Sin una pared, sin una gambetica, casi sin tiros al arco… Dos ladrillazos. Un par de pedradas en los ojos. ¡Qué dolor!
En la final de la Libertadores del sábado, Flamengo ganó 1-0 con un cabezazo imperial a la salida de un córner. ¡Danilo cabeceó libre, en la cara del congelado Fuchs en su marcación zonal! Ese fue uno de los dos remates al arco en todo el partido del que resultó campeón. Palmeiras no hizo un solo tiro al arco, y se perdió el remate increíble debajo del arco en la última jugada.
Palmeiras vs. Flamengo, final de la Copa Libertadores Foto:AFP
Debe tener revuelto el estómago al técnico del Palmeiras, Abel Ferreira: perdió la final por un gol de pelota quieta, de tiro de esquina. Los técnicos y sus idólatras creen que el fútbol es como en los juegos de video o en el futbolín, y que los futbolistas son movidos por ellos desde el control de mando o con unas varillas. ¡Por eso pasa lo que pasa!
La final de la Sudamericana… un bodrio
Ocho días atrás, la final de la Sudamericana entre Lanús y Atlético Mineiro fue peor de mala que la de la Libertadores. La tortura se fue de extratiempo… ¡Casi no lo resuelven ni en los penaltis de desempate! Lanús se coronó campeón sin haber creado una sola opción de gol en más de 120 minutos. ¡Insólito! Y Minerio no hizo mucho más.
Lanús, en la Copa Sudamericana Foto:AFP
Un bodrio completo que, obvio, solo se lo tragan los ganadores: “Lanús fue inteligente. Aguantó el momento crítico y luego emparejó con entrega y orden. No generó situaciones, pero tampoco sufrió. El tiempo suplementario fue continuidad”, escribió el diario La Nación de Argentina, por ejemplo. Dirán que el miedo a perder puede más que el deseo de ganar y que las finales se ganan y no se juegan. Frases hechas para justificar partidos de adobe puro y duro.
Palmeiras vs. Flamengo, final de la Copa Libertadores Foto:AFP
La semana pasada, los colegas del programa radial El Vbar Caracol, en otro contexto, afirmaron a coro que “la gente va a los estadios a ver espectáculo, a ver buen fútbol”. Eso no pasa de ser un buen deseo, un buen propósito. La gente va a los estadios a ver ganar a su equipo y si su equipo va ganando así juegue mal o feo.
Ejemplo de nuestra Liga: los aficionados de Junior llenaron el estadio de Barranqulla para la vuelta contra Nacional como no lo hacían desde la final que le ganaron al DIM en el 2023.
No es pragmatismo, es realismo
Hinchas de Junior. Foto:Alcaldía
Los fanáticos volvieron no porque Junior viniera jugando lindo o le haya hecho un partido de fantasía a Nacional, en el anterior 1-1 de Itagüí, o porque adelantaron la prima de Navidad: fueron porque Junior estaba de líder y a tiro de ser finalista, como en el 2023.
No es pragmatismo ni resultadismo… ¡es realismo!
En todas las escalas del fútbol –directivos, futbolistas, cuerpos técnico y aficionados–, hasta los más románticos e idealistas saben que ganar es lo fundamental, así sea en partidos horribles como las recientes finales de la Libertadores y la Sudamericana.
Bien lo dijo uno de los sabios del juego bonito, el holandés Johan Cruyff, al que resucito hoy por su frase: “La calidad sin resultados no tiene sentido”.
Y la gente lo sabe…
Meluk le cuenta
GABRIEL MELUK
Editor de DEPORTES
@MelukLeCuenta

















