LAS VEGAS, Nevada — Hace un par de años, mientras cubría el regreso de una función de Saúl Álvarez en Guadalajara, visité el gimnasio donde inició un recorrido brillante de dos décadas que lo convirtió en campeón indiscutible de los supermedianos y monarca en cuatro divisiones diferentes.
Allí, Chepo Reynoso, el entrenador que lo recibió a los 14 años en su gimansio, me habló sobre la inevitable fecha de caducidad de un boxeador cuando le pregunté cuánto tiempo más tendríamos al Canelo como pugilista profesional.
Reynoso me recordó que Álvarez ha estado boxeando desde niño y que a los 15 ya era profesional. Debido a su ética de disciplina deportiva y competitividad, Canelo se convirtió en un múltiple campeón del mundo y en el atleta mexicano que más dinero ha ganado. Pero todo ese esfuerzo tarde o temprano cobra factura.
“Cuando vea que su cuerpo ya no le responde, a pesar de que trabaje y se cuide, será el momento del adiós. El cuerpo te dice: ‘párale, ya no puedo’”, me dijo Reynoso, ahora de 72 años y que acompañó a Canelo en su dolorosa derrota de este fin de semana ante Terence Crawford en Las Vegas, Nevada.

(David Becker / Associated Press)
En ese mismo viaje, visité a su hermano mayor, Rigoberto Álvarez, quien también me recordó que su hermano menor Saúl ha peleado toda su vida y a los 15 se convirtió en profesional porque ya era padre y debía mantener a su hija. Luego me confió una plática que tuvo con Canelo en 2023: “Él mismo me dijo que se veía peleando un par de años más, pero no quería retirarse por desgaste. Quería tiempo para sus hijos y su familia”, contaba Rigoberto en 2023.
El sábado, en Las Vegas, esas advertencias parecieron hacerse realidad. Ante Crawford, Álvarez perdió todos sus títulos de peso supermediano en una pelea en la que fue ampliamente superado.
Se marchó de la conferencia de prensa después de la contienda, sin cinturones, un hecho inédito en los últimos siete años, pues cuando cayó en semipesado ante Dmitry Byvol en 2022 aún era campeón de peso supermediano.
Esta vez se fue acompañado de su esposa, su hija y su entrenador Eddy Reynoso. Pero también llamó la atención cómo se marchó con la serenidad de quien ha hecho las paces con el paso del tiempo.

Canelo Álvarez (centro) junto a su esposa Fernanda (izq.), su hija (abajo) y su entrenador Eddy Reynoso (der.) al finalizar la contienda del sábado en Las Vegas, Nevada.
(Roberto Cortés/Especial para LA Times en Español)
Durante los últimos años, Canelo ha sido la cara del boxeo: fue considerado el mejor libra por libra tras su victoria sobre Gennady Golovkin en la segunda pelea en 2022, protagonista de peleas millonarias y rey indiscutible del Pago por Evento. Pero el sábado se mostró como un vaquero cansado y viejo, lento, sin imaginación, con reflejos desgastados y un cuerpo que ya no responde.
“Hay veces que tratas pero tu cuerpo dice que no puede”, declaró en inglés Canelo. “Traté de descifrar a Crawford pero mi cuerpo ya no estaba dando”.
La derrota no lo alteró; al contrario, la aceptó con calma. Mientras Crawford, a sus 37 años, le dio una lección de boxeo en un Allegiant Stadium repleto, Álvarez pareció resignado.

Más allá del golpe al orgullo de un competidor feroz, la caída abre viejas críticas sobre la legitimidad de sus victorias y rivales. Ni los más de 100 millones de dólares que se reporta que ganó esa noche borrarán la sensación del final de un ciclo.
Su futuro inmediato es una incógnita. Tiene un contrato firmado con el promotor árabe Turki Alalshikh para pelear dos veces en 2026. Antes había hablado por una gira en Europa y Asia, pero sin cinturones ya no será la misma atracción global.
Los rivales atractivos tampoco abundan. David Benavídez lo espera en 175 libras, aunque Canelo siempre lo consideró demasiado grande físicamente para él. Y si el camino deriva hacia exhibiciones con peleadores como Jake Paul o Conor McGregor, el desgaste físico y la falta de necesidad podrían alejarlos de su interés.

Saúl Álvarez (izq.) saluda a Terence Crawford (der.) tras la pelea del sábado. El triunfador le entregó los cinturones a Álvarez, que los tendrá de recuerdo en sus vitrinas.
(Roberto Cortés/Especial para LA Times en Español)
Hoy, Canelo piensa más en su familia, especialmente la compañía de su recién nacida.
“Ya gané porque tengo a mi familia conmigo y a millones de fans que nunca me han dejado de apoyar”, escribió en Instagram el domingo tras la derrota.
El hombre que alguna vez fue imparable descansa. Su legado, con un lugar asegurado en el Salón de la Fama del Boxeo, ya está escrito. Lo que parece haber terminado es la era de Canelo como campeón dominante, porque en el boxeo, más allá de la gloria y el dinero, el último rival siempre es el tiempo.