Dicen, con razón, que nuestras decisiones labran nuestra suerte. Y si la Selección Colombia lleva cinco partidos dilapidando sus ahorros y aplazando su clasificación en las Eliminatorias al Mundial 2026, ¿qué fortuna estará construyendo para lo que le espera en un año?
Parece lejos pero en un pestañeo vamos a estar viendo a las mismas estrellas del Mundial de Clubes defendiendo los intereses de sus naciones y estaremos preguntándonos qué pudimos hacer para cambiar el curso de un destino que ni queremos, ni merecemos, ni tenemos por qué soportar.
El desperdicio y la terquedad
Jhon Arias Foto:AFP
Aunque jugadores y entrenadores se quejen y hasta Klopp lance profecías de lesiones aterradoras por el atravesado Mundialito que hoy disfrutamos a tope los amantes del fútbol, este torneo, que enfrenta a lo mejor de Europa con América, está dando una lección que no podemos dejar pasar.
Hoy el mejor jugador de ese choque de los clubes más poderosos del mundo es un colombiano, el único que ha sido tres veces MVP, que lidera en calificaciones e influencia en su equipo, el capo de uno de los ocho mejores equipos de fútbol de planeta.
Jhon Arias Foto:AFP
Jhon Arias es alma y nervio de un equipo como Fluminense, que dio cátedra contra el subcampeón de la Champions League, el Inter de Milán, y que durante toda la competencia ha probado que, con libertad en el frente de ataque, no le queda grande el rol de líder.
Verlo con ese don de mando que mostró en la arenga del penúltimo partido de Fluminense fue conmovedor, escuchar a la prensa internacional desecha en elogios a su sacrificio y lectura de juego fue estremecedor, ver sus registros y su mapa de calor en modo futbolista total en ese partido contra los italianos fue aturdidor.
Jhon Arias Foto:AFP
Y es descorazonador ver como su país desprecia esa versión de atacante que desesperadamente necesita por un arranque de paternalismo, una franca desidia por el esfuerzo para estar así lo manden al arco -con tal de estar hace lo que sea necesario-, una flagrante injusticia.
Date cuenta, Lorenzo
Arias se destacó en cada uno de los cinco partidos de anemia ganadora que lleva la Selección Colomba e invariablemente fue el primer cambio: lo decidió Néstor Lorenzo.
Siendo una de las figuras de su equipo lo mandaron al banquillo en un partido determinante contra Argentina, que por fortuna terminó 1-1, pero que se pudo ganar si otra vez no nos hubiera vacunado el bendito hábito de regalar goles sobre el final y no tener respuestas desde el banquillo para corregirlo. Serán errores de jugadores, pero el responsable, gústele a quien le guste, se llama Lorenzo.
Jhon Arias Foto:AFP
De Arias nadie puede decir ni una sola mala palabra porque no hace milagros por pura falta de tiempo. Pero si la decisión es sacrificar su talento y alejarlo del área rival para garantizarle un guardaespaldas a un jugador lento, que no vive su mejor momento, como James Rodríguez, el resultado es lo que todos vemos: una anemia ofensiva que se arrastró contra Paraguay y Perú, rivales contra los que había que dar el golpe de autoridad, y una velocidad de juego irreal, anacrónica y profundamente ineficiente que es rotunda culpa de Lorenzo y que nos tiene donde estamos hoy: en el limbo.
Podemos darnos el lujo de darle la espalda a un hombre que se muere por estar como Arias, podemos restringir la libertad que le asegura Fluminense en una evidente cachetada a lo que hace Colombia con él y podemos negarle, una y otra vez, el derecho que se ha ganado a ser tan líder como todos los que hace un año -por cuenta de la final de Copa América- son intocables. Pero no podemos quejarnos después, cuando se cansé de esperar y, como otros, se niegue a atender el teléfono en una convocatoria. También de eso es responsable el DT. Nuestra suerte, para bien y para mal, tiene su firma.
JENNY GÁMEZ
Editora de Futbolred
@Jenigameza